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miércoles, 3 de septiembre de 2014

No hay que rechazar la vocación religiosa

San Alfonso María de Ligorio narra en sus escritos que en el célebre Colegio Romano de los Jesuitas que había un joven con muchas cualidades. Haciendo los ejercicios espirituales, preguntó a su confesor si era pecado no responder a la vocación religiosa. El confesor respondió que en sí mismo no era pecado grave, porque la vocación de parte de Dios es un consejo, no una orden terminante; pero el rechazarla hubiera sido poner en peligro la salvación eterna del alma, como ha sucedido a tantos que de este modo se condenaron. El joven no respondió a la llamada divina, y se fue a estudiar a otro lugar, donde pronto comenzó a abandonar la oración y los sacramentos, y al final se dio a una vida pecaminosa. Una noche, bajando la escalera de la casa de una mujer pecadora, fue herido de muerte por un rival. Acudieron algunos sacerdotes para administrarles los sacramentos, pero él murió antes que llegaran, delante al Colegio de los jesuitas que había abandonado. Según San Alfonso, en esto, Dios quiere hacer conocer el castigo que aquel joven obtuvo por haber despreciado su vocación.