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viernes, 7 de diciembre de 2012

Esclavitud Mariana

Además de los tradicionales votos de pobreza, castidad y obediencia, las Servidoras profesan un cuarto voto de esclavitud mariana según la espiritualidad de San Luís María Grignon de Monfort, el gran apóstol de la devoción a la Virgen.

En virtud de este voto, las Servidoras ya no se pertenecen a sí mismas, sino que se convierten en “propiedad privada” de la Reina del Cielo, la cual puede disponer de sus “esclavas” según su voluntad, haciendo escuchar su voz por medio de la obediencia a los superiores. Mediante este voto, las Servidoras ofrecen todos sus bienes y se ofrecen ellas mismas a María y, a través de Ella, a Jesús. Es decir, ofrecen a Jesús por medio de María su cuerpo, su alma, sus bienes exteriores, sus buenas obras, pasadas presentes y futuras, con todo su valor satisfactorio y meritorio, para que Ella disponga de todo según su beneplácito. El fruto de esta consagración a la Virgen es “marianizar” enteramente la propia vida, haciéndolo todo a través de María, con María, en María y por María, para servir mejor a Jesucristo.

El fin último del hombre solamente es Dios, pero mediante la Virgen resulta más fácil llegar a Él. Por eso, si queremos acercar el mayor número posible de almas a Dios, debemos difundir al máximo la devoción a la Reina del Cielo. Ella es la Corredentora del género humano y la Mediatora de todas las gracias que el Señor nos concede, por lo tanto aciertan las Servidoras a donarse completamente a Ella con el voto de esclavitud mariana. No hay que temer ningún miedo. En el fondo, se trata de una esclavitud de amor, puesto que la Virgen no es una tirana, sino la más tierna y amorosa de todas las madres.