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viernes, 30 de agosto de 2013

En la hora de la prueba es necesario demostrar el amor a Dios


Una joven está sufriendo mucho porque no logra comprender si debe entrar en el monasterio o si su vocación es otra.


Queridísimo hermano, 
                                        esperé, esperé, pero ahora no puedo esperar más para escribirte. Doy señales de vida después de varios meses, pero tienes que saber que cada día, la primera página que abro del computer es tu blog. Como si fuera un diario que me da seguridad [...] Por lo tanto he decidido finalmente hacerme presente. La última vez te dije que estaría en un monasterio de clarisas por dos semanas, para una experiencia de vida monástica. Dos semanas que no olvidaré jamás. Vivir las jornadas rondando siempre junto al Sagrario es un don grandioso que el buen Dios se complace conceder a sus esposas predilectas. Las hermanas eran maravillosas, de edad entre 19 y 80 años pasados... el tiempo determinado con el sonido de la campana, la voz misma de Jesús que llamaba al coro para las horas canónicas; los largos paseos por el huerto, los almuerzos en silencio o en alegría los días festivos, las recreaciones y los momentos de soledad en la celda o a la penumbra del coro... Todo es perfecto, edificante, sano. ¿Qué cosa, entonces no ha funcionado? No era mi lugar. No hubiera sido capaz de permanecer allí toda la vida. Cómo hago para comprender si el problema es solo la clausura o la vida religiosa? Habían momentos en los cuales me sentía afortunada allí dentro; continuamente unida a Jesús; la noche iba a dormir sabiendo que estaba a pocos pasos de mi celda;  por la mañana, una hora antes del alba, ya estaba en el coro para sonreírle a Él en el tabernáculo; pensaba en la vida externa y veía todo como una pérdida de tiempo, tiempo precioso para prepararme a la eternidad. Pero más pasaban los días, más me daba cuenta que aunque perfecto, aquel no era mi lugar. Era también el problema de diversas espiritualidades, diversas formaciones. No se si me explico. De todos modos terminada mi experiencia regresé a casa. Cuando crucé la puerta de la clausura y cerré el portón del monasterio a mis espaldas, sentí un temor frio y un poco perdida. El regreso fue traumático, porque la vida de ciudad es caótica, vivir en un condominio no es fácil, el caos del mundo bloquea el cerebro que desea un poco de silencio [...] Mientras tanto, el día 8 de diciembre, hice un gran paso, me consagré a Dios. Fue una ceremonia muy íntima y privada, el día más hermoso de mi vida. El sacerdote me puso el anillo en el dedo como signo de esta unión y me declaró esposa de Jesús, después de haber recitado la fórmula de consagración a Jesús por medio de María, la de S. Grignon de Montfort (yo ya estaba consagrada a María con esta fórmula y ha querido que usara la misma fórmula como renovación y consagración total de mi vida al Señor). 

El gran paso ya fue dado. Pero no basta. No quiero permanecer en el mundo, no me contento con dar un simple servicio en la parroquia. Siento que podría empeñarme mucho más en el crecimiento spiritual, si estuviera concentrada en una vida religiosa. Pero en estos meses, el Señor me ha desbaratado todos mis proyectos, todos mis sueños, todas mis expectativas. Le he pedido que ponga en mi corazón el deseo de Su Corazón, para llegar a cumplir justamente Su voluntad. Sé que me estoy alargando, pero ten un poco más de paciencia, esta es caridad bella y buena, el Señor sabrá recompensarte!! :)

Por lo tanto deseo una vida religiosa, pero ¿cómo se hace para comprender si tengo la vocación a la vida religiosa? Ya estoy consagrada, podría bastarme, esto es lo importante. Pero en cambio no es así. Me imagino cada día vestida de religiosa arrodillada delante del tabernáculo o trabajando en el huerto o en el refectorio. No estoy llamada a la vida activa, como te habrás dado cuenta. Pero temo de no estar preparada ni siquiera para la vida claustral. He leído escritos de algunas santas y diversos testimonios de monjas que tenían un miedo terrible por la clausura, pero que luego han tenido el coraje de dar el primer paso […] Querido hermano, son días difíciles, me siento aplastada contra la tierra. Una gripe mal curada que me llevado a la bronquitis y estoy obligada esta semana a quedarme en casa, por lo tanto desde el domingo no me nutro de mi Jesús Eucaristía. Hago la comunión espiritual, pero me siento distante de Él. Como si el buen Dios me hubiera dejado. No alcanzo ni siquiera a hablar con mi padre spiritual, que en este período está mal físicamente.

[…] Lamento haberte tomado tanto tiempo, pero es un desahogo para mí y eres el único con quien me atrevo a hablar. Una palabra, solo una palabra me ayudaría a encontrar un poco la esperanza. Me siento vacía y quizá la solución sea no pensar más a la vida religiosa, esperando que sea el Señor quien intervenga. ¿Me podrías dar un consejo? Te agradezco infinitamente por tu paciencia exquisita que me tienes. Eres tan bueno y lo que haces con el blog es digno de estima. Rezo por ti y por tus lectores. Permanecemos unidos en la oración pase lo que pase. Te confío particularmente el Corazón Inmaculado de María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra dulcísima. Que Jesús beses vuestras almas y bendiga cada paso. 

(Lettera firmata)


Queridísima en Cristo,
                                    he leído con mucho interés tu carta. En privado te envié una larga respuesta. Aquí digo solo que no debes desanimarte y abandonar el pensamiento de abrazar la vida religiosa. Dios ha estado particularmente generoso contigo, de hecho, no todos han tenido la gracia de sentirse atraídos a la vida consagrada. Estos sufrimientos espirituales son una gran prueba de amor. Lamentablemente, muchas otras jóvenes que se encuentran en la misma situación no han sido capaces de superar la prueba, porque se han dejado engañar, han abandonado la vocación religiosa y han regresado a vivir en el mundo. Es en la hora de la prueba que un alma demuestra de amar verdaderamente a Dios, soportando pacientemente los padecimientos y permaneciendo fiel al Señor, sin volver atrás hacia los engaños del mundo traidor.

“Militia est vita hominis super terram”, decía el Santo Job. Es así, la vida sobre esta tierra es un continuo combate contra los enemigos del alma. Pero no debemos entristecernos. “Gaudere et exultare nos voluit in persecutione Dominus, quia tunc dantur coronae fidei, tunc probantur milites Dei”, decía el heroico obispo mártir Cipriano. Es así, el Señor quiere que en las persecuciones nos alegremos y gocemos, porque en ellas se ponen a prueba los soldados y se recibe la corona de la fe.
En resumen, es en los momentos de dificultad que se ve si una persona ama verdaderamente a Jesús. Aquellos que lo aman poco, se rinden, mientras que los que lo aman mucho continúan con ardor la batalla. Los mártires combatieron tenazmente  y prefirieron la muerte antes que traicionar al Divino Redentor. Perder la vida terrena para salvar la vida eterna del alma. “Un alma, una eternidad!”, decía Santa Teresa de Ávila a sus hijas. Coraje, no te rindas! 

Te saludo en Cristo Redentor y en María Corredentora del género humano,

Cordialiter