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domingo, 15 de septiembre de 2013

Las amistades mundanas apartan de la vocación religiosa

Uno de los objetivos de este blog es de “hacer compañía” a aquellas personas que aun teniendo la vocación religiosa, están obligadas por algún motivo válido a permanecer un poco de tiempo en el mundo. En este período de espera que importantísimo custodiar la vocación como un tesoro precioso. Es necesario estar lejos lo más posible de personas mundanas, las cuales, en general, son capaces solo de hablar de gossip, divertimientos, horóscopo, discoteca, dinero, lujuria, moda y tantas otras cosas vanas que separan la mente de las cosas que en verdad cruenta en la vida, o sea, conocer, amar y servir a Dios, en espera de alcanzar el Cielo para amarlo por toda la eternidad.

Si una persona llamada por Dios a la vida consagrada escucha voluntariamente los discursos mundanos, su mente se distrae de las cosas del Cielo, su corazón se apegará a los bienes materiales y a los placeres carnales, y así perderá la vocación. No se trata de una pérdida de poco valor, porque solo haciendo la voluta de Dios se puede ser feliz sobre esta tierra. No digo que sea necesario vivir como ermitaños, pero al menos, evitar el estar más de lo necesario con personas mundanas. Frecuentad solo personas espirituales, leed solo los libros y sitios web que os ayuden a custodiar celosamente el tesoro de la vocación.

Tener atención a los “amigos”, porque estos podrían disuadirlos de entrar en el monasterio. Os dirán que si abrazáis la vida religiosa no podréis gozar más de las diversiones del mundo. Dichas palabras son verdaderas tentaciones. Nuestro objetivo sobre esta tierra no es el de abandonarnos a las diversiones desenfrenadas, que pronto terminarán, sino de salvar el alma observando la Ley de Dios.

Muchos cristianos que sobre esta tierra han vivido entre riquezas, honores y diversiones, han derramado lágrimas de arrepentimiento al pensar que han desaprovechado una vida entera detrás de los bienes pasajeros mientras que se podrían haber santificado amando Dios, que es nuestro único Bien. Felipe II, célebre Rey de España, llegado ya a la hora de la muerte, dijo que habría querido no haber sido rey, sino que hubiera sido mejor ser fraile. Cuando se está a un paso de abandonar este mundo para presentarse delante del inapelable tribunal de Jesucristo para dar cuenta de las propias acciones y recibir la sentencia eterna: infierno o paraíso, en aquella hora extrema, todos los bienes y los placeres mundanos aparecen lo que son en realidad, o sea, bienes vanos que pronto desaparecen.

Queridos amigos que tenéis la vocación y que frecuentáis este blog, espero mucho el poder seros de ayuda. Es por vosotros que cada semana publico algún pensamiento espiritual edificante, para ayudaros a custodiar la preciosa llamada a la vida religiosa, invitándoos a pensar a las cosas celestiales, no a las cosas materiales que cada uno deberá dejar para siempre en la hora de la muerte. Aunque no nos conocemos en persona, empeñémonos a rezar los unos por los otros, en la esperanza de poder encontrarnos un día a los pies de la Beata Virgen María, en la Patria Celestial, donde junto a todos los ángeles y santos podremos amar a Dios para siempre, así sea.