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viernes, 25 de julio de 2014

Consagrarse al Señor

Una joven italiana me ha escrito un hermosísima carta que ha intitulado “Consagrar mi vida a Dios”, y que quiero hacerles leer para vuestra edificación espiritual. Esta es la traducción:

Querido hermano,
                               Esta semana recibí una noticia maravillosa! En la dirección espiritual, mi director aceptó con alegría mi insistencia en consagrar mi vida al Señor. Me había aconsejado un poco de tiempo para discernirlo bien. En estos tres meses no falté un solo día a la Misa y recé con fervor para comprender que cosa quería el Señor de mí, de modo que pudiera cumplir Su voluntad del mejor modo. Ahora es clara en mí la conciencia de ser toda Suya. Jesucristo me ha seducido con Su extraordinaria belleza, con las palabras que cada día me da por medio de la Santa Misa, me ha conquistado con la comunión, ha tomado posesión de mi corazón y de mi alma. Y día a día me corteja, de mil modos. Poco a poco sustituye mi fragilidad humana y mi grandísima miseria. El pone a prueba mi fidelidad, pero Sanatás tienta, en todos los modos, de insinuar en mí la duda. Sucede sobretodo durante la adoración Eucarística, el momento que espero con ansias, como la novia que corre hacia el enamorado para estar junto a él. Busca destruirme con la sospecha de que son mis deseos, que yo soy muy estúpida y débil para poder unirme a Jesús consagrándole mi vida. Pero el Buen Dios conoce nuestro corazón y nuestra fragilidad y no nos prueba más allá de nuestras fuerzas. Con Su gracia, vuelvo a levantarme, más fuerte que antes y más convencida. Por lo tanto comprendo que la prueba es una gracia que el Señor nos concede, porque estrechando su mano y mediante Su fuerza, nos unimos más fuerte que antes. Me enamoro de El cada día más. Por la mañana lo siento muy cerca como solo un enamorado lo puede hacer. Me llena de atenciones durante todo el día, me invade su ternura cada vez que pienso en El y pronuncio su dulcísimo nombre. Por lo tanto, te estarás preguntando cual sea la buena noticia: le he dicho a mi director espiritual que no podré estar por mucho tiempo en el mundo, por lo tanto solicitaba la fundación del nuevo orden, del cual hablábamos. Y él me ha dicho que antes del verano iniciarán los trabajos de construcción de la Iglesia en el centro de [...] y allí surgirá el monasterio. La Madre Celeste le hará comprender como quiere que sea esta Orden. Soy tan felíz que no puedo estar en mí, literalmente: mi alma parece que quiere tomar vuelo hacia la patria celeste. Por el momento nadie conoce mi vocación, solo mi director y la amiga de la cual te hablaba, también ella, llamada a la vida consagrada.

Mi madre ha comenzado a sospechar algo, pero todavía no le he dicho una palabra sobre el asunto. Hace algunos días atrás, ella me preguntaba qué cosa eran estos secretos que tengo con el Padre A., viendo que desde hace tres meses hablamos más seguido. Me preguntó si quería hacerme religiosa, le sugerí de preguntárselo a Dios. Ella está haciendo mi mismo camino de fe, con la diferencia que siempre ha estado cerca del Señor y gracias a sus oraciones Dios me ha atraido a Sí. Además siempe deseó un hijo sacerdote, por lo tanto me esperaba una reacción muy diversa. Me dijo que no debo hacerme religiosa (cuando la gente habla de “hacerse religiosa o monja” lo hace de modo despectivo); que yo tengo que tener una familia, que no soy capaz de vivir encerrada y que a Dios lo puedo amar también así. Esperé que se fuera, para esconder las lágrimas. No le he dicho una sola palabra de mi asunto, pero ahora temo el día que deberé hablarles a los míos. Mis amigos seguramente se me reirán en la cara y me darán la espalda, los parientes no comprenderán y me tomarán el pelo. Quizá Jesús lo quiere así. Soy una persona muy sensible y no soporto el experimentar dolor por cada estupidez, pero con Jesús estoy dispuesta a enfrentar todos los adversarios. Si El me quiere como esposa, nadie en el mundo podrá oponerse a Su voluntad.

Por mí y por este proyecto de vida, te pido tantas oraciones. Lo recompensaré ciertamente.

Un gran saludo en Jesús y María,
(carta firmada)