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sábado, 25 de octubre de 2014

Miedo a confesarse

El enemigo del género humano intenta alejar las almas de Jesús infundiendo absurdos temores como, por ejemplo, un miedo exagerado a confesarse mal.

He aquí un párrafo de la carta de una joven: «Uno de mis problemas principales es que no sé si hago las cosas correctamente, si me confieso bien, si recibo bien la Comunión, si rezo bien.......y esta inseguridad me hace evitar la Comunión, la oración y demás cosas... Si solamente tuviera la certeza anticipada de que el Señor está contento con mi confesión, iría corriendo. Desgraciadamente me paro ante un Dios que es amor, que quizás me llama a consagrarme a Él, pero al que tengo miedo de acercarme. Reza por mí, para que el Señor me dé el coraje de hacer lo que Él espera de mí».

Querida hermana en Cristo,                                                                                                 Son ya varios meses que nos escribimos através de e-mails. Estoy contento de que en este periodo de tiempo hayas continuado a perseverar en el camino espiritual y en el discernimiento vocacional. No debes rendirte jamás. Siempre debes avanzar por el camino de la perfección cristiana. No te preocupes excesivamente por los pecados cometidos. En efecto, el Señor es bueno y nos perdona cuando nos confesamos con sincero arrepentimiento. Ninguna joven es digna de convertirse en esposa de Jesús, porque Él es Dios, mientras nosotros, hijos de Eva, somos todos pecadores. Cuando el Señor concede a una persona el don de la vocación religiosa, no lo hace en base a sus meritos, sino solo por puro amor. Si decides consagrarte como monja (¡lo espero tanto!), no será por tus meritos, sino solamente porque Jesús así lo ha querido, porque Él es bueno. El diablo no quiere que tú vivas de manera cristiana, y por este motivo busca alejarte de Jesús haciéndote caer en la tristeza y en el desaliento. Cuando una persona se desalienta y desmoraliza, es fácil para el demonio alejarla de la oración y de la Comunión. No debes caer en esta trampa.

Tú no puedes vivir sin Jesús, porque cuando tu amor hacia Él se enfría, hay tanto sufrimiento dentro de tu corazón. Debes amar mucho a Jesús, pero en el mundo hay tantas distracciones y tentaciones. Es por eso que tengo mucha esperanza de que puedas entrar en un monasterio. Allí sería más fácil para ti vivir el cristianismo de manera fervorosa, allí podrías pensar sólo en amar a Dios con todo tu corazón, sin distraerte con las cosas inútiles de la tierra. Debes intentar vivir el cristianismo alegremente, debes intentar alejar de ti los miedos inútiles. Tienes que rezar cada día sin tener miedo de "rezar mal", lo importante es que no te distraigas voluntariamente durante la oración. Además sería hermoso si dialogaras con Jesús y María. Sí, puedes hablar fraternalmente con Ellos contándoles tus problemas, tus sufrimientos, tus deseos y, sobretodo, diciéndoles que les amas y que quieres amarles por el resto de la eternidad, etc. San Alfonso María de Ligorio ha escrito un bellísimo libro que explica el modo en el que se debe dialogar con Dios.

Por lo que concierne a la confesión, no debes de tener miedo; lo importante es estar arrepentida de las culpas cometidas. Luego, es suficiente confesar sólo los pecados mortales, pero si quieres puedes confesar también los veniales. Para cometer un pecado mortal debes haber razonado así: "esta cosa que estoy por hacer es una culpa grave que ofende mucho a Dios, y soy totalmente consciente y consiento plenamente en cumplirla". Si no sabías que una cosa era una culpa grave, o no tenías la total consciencia o no distes el pleno consentimiento con tu voluntad, puedes estar segura de que no has cometido pecado mortal. Si no puedes jurar que una cierta acción cometida haya sido con toda certeza un pecado mortal, no estás obligada a confesarla.

Con la absolución te son perdonados todos los pecados, también aquellos que no has confesado porque no estabas segura de que fueran mortales. De todas maneras, si tu confesor es un buen sacerdote, puedes contarle tus dudas de conciencia y él te ayudará a comprender si se trata de pecados mortales, pecados veniales o simples escrúpulos. El diablo no quiere que comulgues, porque gracias a la Comunión te unes totalmente a Jesús: Él se vuelve todo tuyo, e tú te vuelves toda Suya. Cuando Jesús se queda dentro de ti, debes decirle palabras de amor, debes decirle que tú lo amas y que le quieres amar todavía más porque Él se lo merece, debes decirle que estás dispuesta a donarle tu vida, que quieres amarle solo a Él, que quieres que todas las almas lo amen y que Él reine en todos los corazones de los hombres, que todas las almas se salven y vayan al Cielo para amarlo para siempre, que prefieres morir antes que cometer un solo pecado con plena advertencia etc. etc.

Tú tienes una conciencia muy sensible, así que cuando no estés segura de haber cometido un pecado, debes pensar que no lo has cometido. Efectivamente las personas con una conciencia tan escrupulosa, cuando cometen de verdad un pecado mortal, no tienen dudas, están seguras. Después de que te hayas confesado, puedes continuar a recibir la Comunión hasta cuando no estés segura de haber cometido un pecado mortal. Los teólogos enseñan que si tienes dudas de que si estás en estado de gracia o de pecado mortal, puedes recibir la Comunión, pero es bueno recitar antes con contrición de corazón un "acto de dolor", es decir, la oración con la que pides perdón a Dios por todas tus culpas, no tanto por haber merecido su castigo, sino por haber ofendido a Dios que es infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas. Comulgando alejarás los escrúpulos, pero sobretodo vencerás la tentación del diablo que quiere tenerte alejada de la Comunión, esto es, de Jesús. La Comunión te infundirá la fuerza suficiente para resistir a las tentaciones, te dará un mayor fervor en la oración y te llenará de caridad hacia Dios y hacia el prójimo.

Espero haber podido ayudarte y de harte sido útil en algo. Quedo a tu disposición por si deseas más aclaraciones.

En Jesús y María, 

Cordialiter